Las declaraciones de Mauro Boselli fueron un soplo de aire fresco. Sus palabras desnaturalizaron algo que en el espacio social del fútbol está instalado desde hace tiempo. “No queremos hacer sentir mal a un chico que está haciendo su primera pretemporada y le gusta tener el pelo largo. Hace poquito charlamos con Mariano Andújar, no tiene sentido ridiculizarlos. Mientras estemos nosotros, no se va a dar".
De esta manera, el delantero de Estudiantes cuestionó esta tradición que se conoce como ritos de iniciación. A lo largo de la historia, encontramos diversos ritos de esta índole, también identificados como de pasaje. Estos son procesos que simbolizan la transición de una etapa de la vida a otra. De la infancia a la adultez. La mayoría de los deportes posee estas representaciones simbólicas.
La lógica del ritual de paso tiene que ver con la “bienvenida” que aquéllos que ya pertenecen al grupo les dan a los que se están iniciando. Y en esto, lo que se demuestra es quién tiene el poder. En el fútbol, el “bautismo” más común es el de raparles el pelo de manera desprolija a los juveniles que suben a Primera. Pero otras veces, estas prácticas son mucho más violentas y abusivas. En ellas, lo que se busca es someter al otro a través de una situació nde violencia ejercida sobre el cuerpo.
Para Federico Czesli, licenciado en Comunicación que abordó distintos temas relacionados con el fútbol de Inferiores, “no siempre un ritual es traumático. Sin embargo, lo que aparece en el fútbol es un registro de diversas experiencias que sí resultaron traumáticas para los aspirantes. En algunos casos se sintieron tan humillados que nobpudieron integrarse al grupo o no quisieron continuar con la actividad. En estas prácticas se replica la construcción del varón como aquél que tiene que soportar las humillaciones con su cuerpo porque casi siempre son agresiones sobre el cuerpo. Incluso las simbólicas como afeitar la cabeza de manera desprolija. Lo que se busca es poner al iniciado en una posición desligada de la norma, afearlo o humillarlo. Y el aspirante debe soportar eso y no se puede rebelar”.
No son muchos los que se plantan. Marcar un límite tiene su costo. Esto lo vivió el ex jugador Daniel Vega. “Formé parte de un plantel que tenía esa idea de cortar el pelo y yo no quería. Una noche, en la pretemporada, quisieron raparme, intentaron arrastrarme por la fuerza a la habitación donde estaban haciendo ese rito y ahí opté por ponerme duro en tratar de hacerme respetar. La única manera era peleando, hasta que entendieron que hablaba en serio. Uno de los compañeros me preguntó si queríaser jugador de fútbol porque eso era normal y yo le respondí que si esto era normal me iba y dejaba de ser jugador. Al otro día llamé por teléfono a mi familia y les pedí que me vinieran a buscar. Cuando mis padres llegaron ya estaban los dirigentes del club en la puerta del hotel y no lo podían creer. Entendieron lo importante que era para mí eso. Lo respetaron, me pidieron disculpas. No me cortaron el pelo, pero todo el año fue a cara de perro y encima me tuve que bancar que después algunos dijeran que era mal compañero. En ese momento tuve la suerte de que para el equipo era un jugador relevante. Si no me, habrían dicho que me fuera y no jugaba más”.
Rafael Crocinelli, exjugador y autor del libro “Cuerpos que no importan”, en donde narra su estadía en las Inferiores de Sarmiento de Junín, y los mandatos a los que se debe responder como futbolista, expresó que “a este ritual lo sufrí, también participé y tiene que ver con el hecho de que son prácticas sistematizadas. Lo que me hacía ruido es que por ahí alguien lloraba y se lo hacía igual. Se apela a ese rito que tiene que ver con ese pasaje liminal de un estado a otro. Es decir, debutaste, bueno ésta es tu iniciación. Ya sos un adulto. Un verdadero hombre. Creo que debemos desmontar todo ese entramado para cambiar el sentido”.
Con respecto a esta situación de pasarla mal, Leonardo Di Lorenzo ex jugador de San Lorenzo y Temperley, relató su experiencia: “No me parece bueno ese ritual de iniciación que está muy naturalizado. Yo lo sufrí. En una pretemporada me agarraron entre varios. Cuanto más te resistís, es peor. No tenés alternativa. Después a lo largo de mi carrera lo presencié y hay chicos que lo sufren más que otros. Algunos se plantan y la pasan peor, pero a la larga el resultado es el mismo, no sólo tepelan, sino que te dejan unos días ridiculizado. Yo nunca lo hice, ni lo compartí. Tampoco hice mucho por no hacerlo, como sí ocurre en Estudiantes. Hay ejemplos peores, ya no dentro de los rituales de iniciación. Y tiene que ver con lo que viene después. El pelarte es el acto simbólico de decir: `'Llegaste,ahora te tenes que sostener'. Hasta que te hacen sentir parte se hace muy difícil la adaptación. Hoy las cosas van cambiando. Antes los grandes te hacían sentir de verdad que estabas pagando algo. Y eso era visto como que te formaba, que era bueno. Un ex compañero me contó que en un equipo había un referente que los tenía cortito, que los jodía pegándoles, o los agarraba de atrás y no los dejaba mover. Y una vez a este compañero lo agarraron de atrás tan fuerte que se desmayó. Se llegaba a este punto de inconciencia. Y como ésas hay un montón, que para un chico que está arrancando es muy complicado”.
Pablo Quatrocchi actual coordinador de Inferiores de Estudiantes, se expresó en la misma sintonía que Boselli y Andújar: “Celebro que en este club eso no se haga. Ni como jugador lo avalé, ni estuve de acuerdo. No lo sufrí, no lo hice y me parece absurdo que los chicos tengan que pasar por una situación como ésa para creerse que están más maduros o para sentirse parte. Estoy en desacuerdo con los que piensan de esa manera”.
Estas prácticas rituales ejercidas sobre el cuerpo construyen una masculinidad dominante. Diego Murzi, doctor en Ciencias Sociales, sostiene que “lo que se busca es hacerle saber al chico que sube a Primera que las cosas no van a ser iguales que cuando era juvenil. Es como que debe pagar ese peaje para vivir su nueva etapa. En este tipo de práctica hay una ambigüedad. Por un lado, está la felicidad de haber llegado y por otro esconde un sufrimiento, una violencia, un sometimiento, que se manifiesta generalmente en el corte de pelo obligado. Hay una coerción sobre todo en sociedades en las que el pelo es importante por lo estético. También está presente la potestad que se adjudican aquéllos que llegaron a Primera y han hecho un recorrido para reproducir lo mismo que sufrieron sobre otros que vienen atrás”. Lo significativo es que esto se visualiza como algo que hace a la formación del futbolista, con lo cual se legitima con fuerza el sentido común que establece que para pertenecer hay que sufrir. Esa idea de que para triunfar te la tenés que bancar. Ser un verdadero “macho”. Poner el cuerpo. Hacerle al otro lo que alguna vez le hicieron como marca de aprendizaje para el mundo adulto.
Darío Mendelsohn, psicólogo con experiencia en varios clubes, manifestó que “en la mayoría de los equipos donde estuve, intenté que no se hagan más estos rituales porque hay chicos que planteaban que no querían que les cortaran el pelo, que los deformaran estéticamente. Y no había caso porque en general lo hacen los referentes y esto es un juego para ellos. Y los chicos terminan cediendo porque no les queda otra. Yo vi a más de uno llorar por cómo lo dejaron. Discutí con referentes que me decían que yo no entendía. Esto es algo que se repite como un paradigma y nadie se plantea por qué hay que hacerlo. Es algo ridículo que no tiene ningún sentido. Los chicos lo terminan aceptando porque no tienen alternativa. Ojalá que esto de Estudiantes se copie en otros clubes. Creo que lo que se instaló es que cuando sos chico tenés que pagar un derecho de piso y sufrir”.
Por eso para construir otro tipo de relaciones en el ámbito del fútbol, es necesario que se repliquen conductas como la de Estudiantes. Y en relación a esto Federico Czesli señaló: “Lo que plantearon Andújar y Boselli es que no tiene ningún sentido, que para incorporar a un juvenil al plantel haya que hacerlo pasar por una situación de humillación. Lo interesante es que esto surge de ellos mismos, de una incomodidad con algo que viene sucediendo. Y está bueno que propongan trasformar algo que no es esencial. Esto demuestra que aquello que implica una formación cultural también se puede deformar, deconstruir o transformar y esto es positivo porque habla de los procesos de cambio que afortunadamente estamos viviendo”.