Agustí­n Pullini, delantero de Bella Vista

Ni la lesión más temida, apagará la magia

Un pibe distinto. Afuera y adentro de la cancha. Su destreza con la pelota hoy tiene una pausa por la rotura de ligamentos cruzados que sufrió en septiembre. Pero su talento y picardí­a gambetearán esta prueba del destino.

Silvina Juárez

Periodista, escritora y narradora.

Día lluvioso, como nos tiene acostumbrados este raro clima bahiense. Gris y cambiante.

Ya pasé el empedrado, estoy frente al Parque Independencia. Abunda el verde nostalgioso cerca de este pulmón un tanto olvidado de la ciudad.

Avanzo un poco más… Busco a Agustín Pullini, delantero de la séptima de Bella Vista.

Lo encuentro “de entre casa”, comiendo pan con dulce de leche. Puli, como le dicen sus compañeros, me recibe con una sonrisa simple. Y me convida un mate.

* * * 

Agus nació el 13 de abril de 2000. Es delantero de la séptima de Bella Vista, el club donde juega desde los 3 años.  

Este año fue convocado para la Selección sub 15 de Bahía Blanca.

Sin embargo, mientras comenzaba a transitar uno de los momentos más desafiantes que le regalaba el fútbol, sufrió una lesión: rotura de ligamentos cruzados. “La mala palabra” de las lesiones futboleras.

 

Sub 15, la convocatoria

Los adolescentes hablan poco y es muy común. Quizás reflejen mucho más sus sentimientos en mensajes de texto que a través de la voz.

Pero Agus habla. Tiene una tonada especial que lo distingue. No se explaya demasiado, pero completa sus frases con la mirada. Sus ojos no mienten.

“Fueron momentos llenos de alegría, de nerviosismo… Estaba re ansioso,  no lo podía creer”, cuenta mientras revoleaba el celular de un lado a otro.  

A esta altura Marcela Gómez, su mamá, no podía disimular la emoción. “Me trajo todo el camino, desde Bella Vista hasta acá, diciéndome que había algo que me quería contar, pero no aclaró nada más que eso. Fue a buscar al padre (que no vive acá) y nos contó. No te puedo explicar nuestro orgullo, la alegría que teníamos... Es que sabemos todo lo que se esfuerza por el fútbol; el esmero y la responsabilidad que pone”.

 Así que, al fin, llegó el momento del partido. Un mundo nuevo que Agus no tardaría en descubrir.

-¿Qué recordás de ese momento?

-Estuvo buenísimo, jugamos en Tres Arroyos, contra Dorrego. Fue una experiencia distinta, otro grupo…

-¿Lo mejor?

-Cuando volví al predio de Bella Vista y todos mis compañeros me aplaudieron y me abrazaron. Me sentí re apoyado por ellos, como en familia.

Sin embargo, Agus pudo jugar sólo ese partido. Días después, el 29 de agosto pasado, en la cancha del “pozo” del albiverde, jugando contra Tiro se lesionó.

El mate seguía la ronda y mientras la yerba se lavaba un pañuelo blanco se volvía pequeño y húmedo en las manos de Marcela.

Incertidumbre

-¿Y entonces?

-Pasamos mucha incertidumbre hasta que por fin nos enteramos que eran los ligamentos cruzados. Estaba enojado. Eso significaba no jugar por un largo tiempo.

-¿Hasta cuándo tenés que estar sin jugar?

-Me tienen que operar, pero para eso hay que esperar a que me termine de desarrollar. Quizás, la cirugía sea en abril…

-¿Qué pasó con tus tiempos, con tus días, con tus ganas de jugar?

-No me daba cuenta, pero me estaba encerrando cada vez más. Me costaba salir, no tenía ganas de hacer las cosas que hacía siempre. Ya no pasaba tiempo con mis amigos. Entonces, mi mamá me llevó a un psicólogo deportivo.

Al parecer, “Puli” estaba por caer en una depresión. La ayuda de sus amigos, pero fundamentalmente la de su familia, hizo que este zurdo de voz afónica y ojitos chispeantes lograra entender que esta lesión sólo sería una prueba de vida. Una batalla más, sólo que esta vez, fuera de la cancha.

 

No tan roja…

Una pelota inquieta deambulaba por el piso mientras charlábamos. Agus se acuerda de Nachito, su sobrinito, con quien comparte tardes de juegos y fútbol.

-¿Te acordás de tu primera pelota?

-Si… Era roja.

“No había juguete que le gustara más que una pelota. Si le regalabas un autito, él lo convertía en pelota y hacía jueguitos. Me volvía loca pateando todo el día”, explica la mamá.   

Para conocer un poco más Puli, es necesario conocer también a sus papás…

Marce estaciona su Duna temprano, en la cancha que toque. No importa cuál. Se para al lado del alambrado y vive el partido como madre. Y se muerde los labios más de una vez. Y sufre. Y se ríe. Y alienta con el corazón. Y convida mate.

Al otro lado, un poco más alejado del gentío, se ubica Arnaldo, el papá. “Puli” para la hinchada. Un tipo silencioso en la cancha, sin ademanes ni gestos ampulosos (ni siquiera cuando gana o pierde su Independiente) . De palabras justas y buenos modales. De sonrisa simple.

-¿A qué edad empezaste a jugar al fútbol?

-A los 3 años y once meses, después de haber ido mil veces a averiguar al club. A mamá ya la tenía cansada, y a Julio (Verdino, en ese momento quien estaba a cargo de  la “Escuelita”), también. Si hubiera sido por mí, empezaba a los 2 años.

-Sos pícaro, rápido, metedor… ¿Cómo es crecer con elogios?

-A mí lo único que me importa es jugar. Cuando era más chico, me hicieron entrenar con la `99, porque tenía condiciones. Después, mi técnico, que era Julio Verdino, no lo permitió más. Creyó que era mejor que siguiera con mis compañeros. No quería apurar los tiempos.

-Hace un par de años quedaste seleccionado en una prueba que hizo River en nuetra ciudad…

-Si. Fui, hice la prueba y apenas terminó me tuve que ir. Era la condición que me habían puesto mis papás.

“Lo dejé ir para darle el gusto”, aclara Marcela.

“A esta edad, tiene muchas cosas por delante, el estudio es lo principal.  Me puso caras y se enojó conmigo, sobre todo cuando nos enteramos que los entrenadores lo habían anotado en sus planillas y gritaban` Pullini, Pullini´y no aparecía nadie…”.

Agus se reía y movía la cabeza de un lado a otro. Miraba para abajo y jugaba con sus dedos a hacer sonidos contra la mesa…

Silencio.

“¡Ah… y la pelota era negra y blanca, no roja! Y venía con un arquito ¿te acordás, Agus?, remata Marcela.

Verde y blanco

-¿Qué te sucede con las presiones, los gritos e insultos que surgen desde la tribuna y a veces, de los mismos padres?

-Es feo ver a adultos actuando así, pero igual me dan más ganas de jugar. Me esfuerzo más todavía.

-¿Qué cosas te enojan dentro de la cancha?

-No soy de enojarme dentro de la cancha. Soy tranqui…

-Dale, algo te debe sacar un poquito…

-Ja ja, cuando cobran mal… O cuando no me llegan pelotas, o me llegan pocas y las juego mal.

-¿El partido ideal?

-Todos. Lo único que quiero es jugar, no importa en donde, pero si es para el verde y blanco (Bella Vista), mejor.

 

Amigos “in side” de la 2000

“Es un jugadorazo. Y afuera de la cancha, es uno de los mejores amigos, aunque siempre nos gastamos con el clásico Racing-Independiente”, Giuliano Gullaci (volante ofensivo de Bella Vista).

“Es muy buen jugador, pero sobre todo muy buena persona. Eso es lo que más vale”, Lucas Gorbal (volante central de Bella Vista).

“Pulllini… Jaja, como compañero es un hermano. Hacemos fútbol desde que tenemos 4 años y hasta ahora no pude conocer sus mañas. Lo voy a extrañar al enano”, Diego Cricelli (defensor de Bella Vista).


Desequilibrante

Sebastián Polla, coordinador general de las formativas de Bella Vista, califica a Agustín Pullini como un delantero desequilibrante.

“Es hábil, inteligente y de muy buena pegada. Pero sobre todo un muy buen compañero. Un pibe humilde que se hace querer por todos”.