El club del esfuerzo

Libertad para crecer y soñar en Villa Rosas

Los cien años se festejan en la entidad

Por Silvina Juárez / Periodista, escritora y narradora

Una máquina municipal había arreglado las calles que rodean al predio. El sol brillaba a pleno en la tarde fría, amarillenta aún por los trazos ocres del invierno.

El bullicio de los más chiquitos, el "paff" del botín contra la pelota, el silbato del profe para ordenar la jugada... Y las risas, que llenaban el lugar de alegría.

Era una tarde cualquiera. De entrenamiento, claro.

El club Libertad lleva cien años, recién estrenados, brindando servicios en una de las zonas más neurálgicas de la ciudad.

Más de 250 chicos transitan por esos lares todos los días. Pibes que juegan y sueñan de la mano del deporte.

Y lo hacen en su propio "mundo", en su lugar: en el club del barrio. El que ofrece mucho más que las enseñanzas de una disciplina.

"Tenemos en claro que nuestra función, primordialmente, es social. Acá tratamos de contener a los chicos. Y es por eso que la relación entre los chicos y los profes fluye naturalmente. No sólo se ofrece fútbol, sino que se brinda el corazón", aseguró Rodrigo Ramírez, uno de los líderes de las categorías formativas.

A Libertad le tocó hacer frente a varias realidades, pero se mantiene de pie. Le tocó caer y se levantó. Y volvió a caer y volvió a levantarse... Con orgullo, una y otra vez.

Por eso, allí, entre la pelota y el arco, se le da rienda suelta a los sueños, casi insolentes, de los "mil rayitas" que se animan a sentirse grandes héroes, y no sólo futboleros.

* * *

De repente, el viento sur arrastró el sonido de la sirena del tren. Entonces, el paisaje se volvió completo. Parece un cuadro. No una pintura. Un cuadro, con todo lo que implica esa composición.

-Suena increíble que, dada la función que se realiza en Libertad, se hayan secuenciado tres robos, no hace mucho tiempo atrás. ¿Cómo se sale adelante?

-Esto se va recuperando con la colaboración de todos. Nos dio mucha bronca comprar lo mismo una y otra vez. Pero somos una gran familia y, entre todos, salimos adelante. El grupo de padres donó más de 20 pelotas y una alarma, por ejemplo. El plantel de profes se duplicó, los chicos tratan de cumplir con las cuotas, tenemos el predio limpio, ordenado... Eso es importante.

-Mucho de lo que se ve en Libertad, se hace a puro "pulmón". ¿Cuántas horas por día le dedicás al club?

-(Risas...) En realidad el horario de trabajo es un par de horas diarias, pero a eso se le suman reuniones, discusiones, trabajo extra que se necesita para que el fin de semana esté todo bien organizado. Cuando abrimos el quiosquito, estamos todo el día acá. Tenés que tener una familia que te apoye y te comprenda, sino...

-¿Cómo encaran el trabajo con los chicos, teniendo en cuenta la función social que priorizan?

-Los chicos necesitan que se los contenga. Les enseñamos el respeto por sus compañeros, por los rivales, a querer a su club, a cuidarlo.

-¿Y cuál es la respuesta del chico?

-Depende de un montón de factores. Influyen los estados de ánimo, la cultura, si estudia, si es responsable, si cuenta con el apoyo de los padres... Hay chicos que vienen solos a entrenar, a otros los dejan temprano en el club y los pasan a buscar a última hora, y otros tienen a la familia viendo cada uno de los partidos que juegan...

-La contención que brinda el club excede el marco deportivo...

-Y si, pero yo prefiero que estén acá. A veces ya terminaron de entrenar y me dicen ´Profe ¿me presta la pelota un rato?´, imaginate... yo les presto una pelota y juegan diez chicos... Lo mejor que pueden estar haciendo es jugar a la pelota que dar vueltas por ahí.

-¿Cuáles son las prioridades, a nivel estructural?

-Vamos de a poco, porque para todo se necesita plata. Pero nuestro objetivo es poder concretar el riego y tener un par de canchas en buenas condiciones. Libertad se merece estar a la altura del centenario, con un buen plantel de primera. Pero sabemos que este es un año de transición, así que queremos ir de a poco. Tenemos la oportunidad de iniciar algo bueno para el club y no queremos desaprovecharla.

-¿Qué te gustaría lograr, más allá de lo competitivo?

-Identidad. Que la gente sienta pertenencia a "su" club. En una de las primeras reuniones, tanto a los chicos como a los grandes, les hice tres preguntas: ¿Cuántos son hinchas de Libertad? ¿Cuántos son socios? ¿Cuántos conocen el himno?

-¿Entonces?

-Habían muchos hinchas, menos socios... Pero ninguno sabía el himno de Libertad. A nosotros nos representó durante mucho tiempo la identidad de "villeros", el venir a la cancha, quererla. Dar el alma por nuestro club, para que salga adelante. Hay que recuperar todo eso.

-¿Qué necesita Libertad?

- Terminar de cerrar algunos circuitos deportivos, institucionales y estructurales. Libertad no necesita refuerzos, necesita esfuerzo. Discutir ideas, no discutir por discutir. Hay que salir al barrio a cambiar opiniones, a preguntar por qué no están en el club... A contar que las cosas se están haciendo bien, que su club los necesita...

Ramírez habla desde el corazón, se emociona desde el alma y cuando sus ojos miran hacia el futuro, sueña Libertad a lo grande.

"En un principio trabajamos con el Chino Funari y Marcelo Khin, juntos comenzamos este proyecto de mejorar Libertad. Hoy ya somos 10 o 12 quienes venimos a luchar por nuestro club. Tenemos muchas ganas de hacer, de trabajar, de ver a Libertad en el lugar que merece", detalló.

"Además, las familias que se acercan al club a dar una mano son de fierro. Las madres son aguerridas como nadie. Son geniales, te pueden manejar un club completo si las dejás, discuten ideas, se le plantan frente a quien sea para pelearla... Se complementan con los padres, que ayudan en todo lo que es trabajo de fuerza, como hacer un pozo, arreglar bancos, luminarias...".

* * *

A un costado de la cancha, detrás del alambrado, cuatro mamás compartían mate y torta. Para esa hora el frío ya se hacía notar y los rayos del sol, tan débiles como mezquinos, regalaban muy poco abrigo.

Y la entrevista resultó al revés.

-¿Querés un mate? -preguntaron.

-¡La verdad que si! Con este frío... -acepté.

-La torta me sobró del cumple de la nena -explicó y volvió a convidar. Andá, llevale a los nenes, hija... -entonces la adolescente se paró y el táper pasó por cada uno de los chicos que estaba cerca, hasta terminar la ronda.

-¿Se quedan todo el entrenamiento?

-Y, la mayoría de las veces, si. Hacemos el aguante...

-Me imagino en los partidos...

-Acá ayudamos en todo lo que podemos. Muchas veces, los chicos vienen solitos y pasan la mañana y la tarde. Les convidamos algo... Algunos vienen a jugar sin las medias del club, sin las canilleras o sin los botines. Entonces le vamos sacando a los que ya jugaron y se las prestamos a los que no tienen. Y todos juegan.

* * *

Termina el entrenamiento. La quietud en la cancha se hace notar, ya no hay más polvareda en suspensión.

Silencio.

Las pelotas olvidan su ruedo y descansan en amplios bolsones, formando montañas con olor a cuero.

Los vestuarios se van vaciando. Hay una correntada fiera que pasea sin permiso por estos pasillos y que los vidrios rotos, que dejó el último robo, no pueden contener.

El predio encuentra un remanso. Ya casi no queda nadie, sólo la figura, a lo lejos, de un profe en cuclillas, atando el cordón de un nene de "escuelita".

Cuando el nudo estuvo hecho, se saludan rápido. Una palmada en la cabeza.

Ambos saben que mañana se volverán a ver.


Ramiro Borelli, categoría 2002

"Para mi el club es todo. Me dio muchas alegrías... Estar acá de chiquito me emociona. Es como una segunda casa. Cuando pasaron los robos, no solamente destrozaron cosas, sino que nos llevaron todas las pelotas, las pecheras... Nos dio tanta bronca, no podíamos ni entrenar. Pero somos fuertes y fuimos creciendo poco. Hoy, ya recuperamos muchas cosas.

"Mi compañero, Lucas Gómez, juntó plata. Le pidió 20 pesos a todos sus conocidos, yo puse mis ahorros y con eso compramos 4 pelotas. Por suerte pudimos volver a entrenar enseguida.

Teo Pradilla, categoría 2005

"¡Cuánta bronca que sentíamos porque no podíamos entrenar! Las pelotas nos habían costado mucho. Mis papás habían colaborado para comprarlas, luego del segundo robo. Pero acá somos familia, nos ayudamos entre todos. Mi vida es ir a la esceula y venir a entrenar, a pegarle a pelota, a entrenar con los profes. Los días que no pude venir se hicieron re largos, espero que ya no pase".