Dentro y fuera de la cancha, Juan Ignacio 'Pepe' Sánchez marca el rumbo. Referente de la llamada Generación Dorada del básquet argentino, fue el base del equipo campeón olímpico en Atenas 2004, y hoy, desde un lugar diferente, sigue ligado a su deporte, con un enfoque de gestión profesional que lo llevó a conectarse con el mundo empresario y hasta ser parte el Coloquio de IDEA el año pasado.
Desde 2010, encabeza el proyecto Bahía Basket, un equipo que compite en la Liga Nacional, pero que busca trascender a la esfera deportiva. Además de la alta competencia con la formación de profesionales también abarca la investigación científica con convenios con empresas privadas como la cementera Weber o la química Dow. Con ellas puso en marcha la construcción de un centro deportivo en Bahía Blanca que, además de un estadio, contará con laboratorios y espacios educativos.
Su experiencia universitaria en los Estados Unidos (estudió Historia en la Universidad de Temple mientras completó cuatro años como basquetbolista) es su gran inspiración. "Es entender la conexión entre aprendizaje y deporte en un ecosistema que convive, no como nos pasa en Argentina, donde un chico va al colegio y para hacer deporte tiene que ir al club", dice el bahiense, que también jugó como profesional en la NBA y en grandes clubes de Europa (Real Madrid, Barcelona y Panathinaikos, entre otros).
-¿Qué se puede importar de ese modelo en la realidad que vive el país hoy?
-Todo. Se necesita un nivel de inversión acorde a proyectos así. Nosotros en la Argentina tenemos la mentalidad muy arraigada al club de barrio. Me causa cierta incógnita por qué si uno va a una clase de inglés particular no tiene problemas en pagar una cuota que es bastante alta pero cuando un chico asiste a un club de bario la familia es reticente a pagar por eso. Un club necesita aportes para poder subsistir y brindar mejores instalaciones, además de capacitar a los que enseñan. El deporte necesita inversión, esa es la ecuación que hay que cambiar.
-Fuiste uno de los jugadores de la Generación Dorada que participó del Coloquio de IDEA. ¿Qué representó esa convocatoria?
-Fue una experiencia fantástica por el solo hecho de poder vernos un rato. Cuando nos juntamos dos o más de aquel equipo, siempre pasan cosas mágicas. En el encuentro nos pusimos a charlar sobre algo que ya hicimos. Es muy fácil contar la historia de lo que uno ya hizo, pero más difícil es contar lo que uno va a hacer. Abrí la charla diciendo lo que sentía respecto al orgullo que nos daba que nos eligieran en un lugar tan profundo como es el Coloquio y con un tópico como lo era Transformándonos (el slogan del encuentro), para contar algo que pasó hace 14 años. Esa profundidad habla de un logro mucho mayor a ganar un oro olímpico y tiene que ver con un grupo de gente y de personas que ancló valores deportivos y de grupo muy claros.
-¿Qué te consultan o te piden empresarios?
-En charlas como esas o interactuando con el mundo empresarial, veo que hay una búsqueda permanente, casi desesperada, y muy interesante de encontrar esa química que tiene que ver con ciertos valores colectivos. Me parece que la Generación Dorada representa eso y transmite lo que queremos ser. Nos falta empezar a dar los pasos hacia eso, que tienen que ver con una construcción colectiva, entender el rol que le toca a cada uno, y que los liderazgos se ganan y no se adquieren ni se reciben por jerarquía. Esas son cosas que en las empresas se buscan desesperadamente.
-Mirando hacia atrás, ¿cómo evaluás el impacto del éxito que tuvo la Generación Dorada en el básquet hoy en términos de deporte y el negocio de la actividad?
-El éxito del básquet y de la Generación Dorada llegó demasiado temprano. Lo fuerte fue entre 2000 y 2010, cuando el mundo recién estaba empezando a cambiar en este trance tecnológico que estamos viviendo. Fue tan fuerte el impacto que ni la dirigencia ni el periodismo ni nosotros los jugadores estábamos preparados para absorberlo. Uno pasó de ser un animador periférico a ser una potencia y en ese lapso no supimos cómo aprovecharlo. Obviamente el rugby es el deporte que más ha entendido cómo asociar empresa con deporte y cómo explotar esa situación que redunda en mayores ingresos. Nosotros estamos todavía a la cola, pero ya no tenés a Manu (Ginóbili) ni a los jugadores de una generación. En ese sentido, fue una chance importante perdida. Creo que el básquet está posicionado en el emocional de la gente pero faltó posicionarnos en el emocional de las empresas.
-¿Se puede replicar lo que fue la Generación Dorada?
-Es la pregunta del millón. Es repetir un proceso que fue en, muchos factores, aleatorio y consisitó en un grupo de chicos que nos juntamos en el momento y el lugar correcto con visiones, ambiciones y personalidades muy particulares. Intentar replicarlo va por el lado de generar una metodología. Es fundamental la generación de buenos hábitos, en el contexto actual, porque no es lo mismo hoy a cómo se trabajaba o se enseñaba hace 15 años. Eso va desde las bondades que se pueden aprovechar desde la neurociencia hasta la capacidad de generar infraestructura, que nosotros no tuvimos. Los hábitos son necesarios para jugar en la elite mundial, pero así y todo a la excelencia hay que acompañarla con corazón. Tiene que estar la capacidad mental de querer superarse y tener la ambición.
-¿Cómo se mantiene ese plan si los resultados no acompañan en algún momento?
-Es el punto clave. Lo importante es poder tener el refugio de lo que escribiste en un papel, y aferrarte a esa metodología que no solamente se puede leer, sino que es la gimnasia de todos los días, empezando por quien tiene la misión de liderar pero siguiendo con cada integrante del grupo, para que cuando vengan esos resultados malos y empiecen todas las dudas, que es lo lógico y lo normal, te puedas refugiar en ese lugar. Se construye día a día, pero tiene que estar bien cementado, desde la idea hasta llevarlo a la práctica todos los días.
-¿Cuál es tu objetivo o tu horizonte en tu rol como dirigente?
-A mí me interesa la formación. Es un camino que elegimos hace cinco años en Bahía Basquet y me apasiona. Conceptualmente estoy muy arraigado a mi experiencia universitaria. Fue el momento más rico que tuve y en el que me sentí más pleno como deportista. Y ese arraigo vuelve conectar aprendizaje con deporte, que el deporte sea el conducente para lo otro, que es lo más importante. Esperamos que el Dow Center sea eso. Lo imagino como un lugar laboratorio en permanente evolución, para salir de la estructura del jugador e ir a la persona deportista. Que el básquet sea una gran excusa para un proyecto donde habrá chicos que serán de super y que el día de mañana serán futuros líderes y profesionales.
-¿Cómo evaluás el rol de la dirigencia deportiva en el país y su enfoque hacia la profesionalización y la gestión?
-Todo es un proceso. El deporte va a hacia un proceso de entender que no sirve esa falsa pureza de no querer mezclarse con el mundo de las empresas porque la realidad es que el deporte profesional tiene que ser manejado a nivel profesional, porque si no, no funciona. Hay que asumir que el deporte profesional requiere dinero e inversión para su desarrollo.
-¿Cuál debe ser el rol del Estado en el deporte?
-Tiene que estar involucrado. En la Argentina estamos muy atrás respecto de las potencias, y lógicamente tiene que ver con la capacidad y el desarrollo económico que tienen para poder invertir en deporte. Lo primero es cambiar la mirada sorbe que es el deporte. Tiene que haber una política que entienda y transite desde el club de barrio hasta el club profesional y el atleta olímpico para que todo el círculo tenga un sentido de ser. Y cuando se invierte en el deporte profesional, hay que ver qué se quiere lograr o cuál es el objetivo. Creo que el deporte tiene que ser política de estado pero tiene haber un plan detrás y entender por qué invertimos los recursos.
-La idea del nuevo complejo es integrar deporte con otras disciplinas. ¿Cómo analizás el impacto del deporte y la infraestructura en lo social?
-Como país para poder desplegar un crecimiento intelectual y emocional necesitás espacios que te contengan. Yo tengo una obsesión con el tema de los entornos. Estoy convencido de que te dan la posibilidad de ser. Pedirle a un chico que vive en una villa miseria que se desarrolle y tenga una vida intelectual, cuando lo que ve alrededor es una realidad que le dice todo lo contrario, primero es muy injusto y segundo no tiene sentido de ser. Tenemos que generar entornos para que cada ciudadano tenga la posibilidad real de ser su potencialidad.
Fuente: La Nación.