El enganche que encara sin miedo y se luce como papá

El crack que resurgió en Tigre abre las puertas de su historia y de su corazón para hablar de Santino y de su lección en favor de la inclusión. Familia, paí­s, Messi, fútbol y mucho más en una charla en la intimidad del 10 sensación.

Aunque Santino no sabe de meteorología deja en claro, a cada paso, que de ninguna manera va a perderse la pileta en una de las últimas tardes veraniegas del otoño que va llegando a la ciudad. Por eso corre como un terremoto, mira el agua con ganas y pide que le acomoden las antiparras, casi al mismo tiempo que agarra los flotadores que usa en los brazos y los prepara para la aventura. A sus 9 años, el pequeño lleva encima la sonrisa de la inocencia y esconde detrás de ella a una vida de batalla. Su camino fue trabajoso desde que debieron operarlo a corazón abierto cuando tan sólo era un bebe. Ahora, todo eso que pasa en el quincho de la casa de la familia Montillo es una demostración más de que el amor se sacude de las maneras más hermosas y diversas. Santino es el sol de papá Walter, mamá Melu, su hermano Valentín y la nena que viene en camino. Santino tiene Síndrome de Down y es una lección de inclusión y de vida.

El papá de Santino es Walter Montillo, ese enganche sensación que casi hace el milagro de dejar a Tigre en Primera División y el mismo que hace algunos meses se viralizó por el reclamo firme ante varios colegios que discriminaron al niño a la hora de la inscripción: “Tengo un hijo con Síndrome de Down, no una bomba nuclear”. El 10, que se crió al calor de una familia de Lanús formada por un empleado judicial y una ama de casa, sabe que, como en la cancha, su mayor arma es la pelota, esa que le permite visibilizar problemáticas a través de una cámara. La misma que vino a sus pies para hacerse estandarte de la lucha de Santino y de los miles de Santinos que corren buscando otras piletas con menos voz mediática, pero con la misma necesidad de ser incluidos. De eso charla con Enganche.

–El año pasado se hizo viral un tuit tuyo en el que te quejabas por la discriminación a Santino a la hora de conseguir una vacante en un colegio…

–Fue triste. En todos los países en los que me tocó vivir me abrieron las puertas, pero no por ser jugador de fútbol, sino por tener más desarrollado el tema de la inclusión. Cuando vine acá se me cerraron muchas puertas con él. Y lo sufrí el doble, porque es mi país y porque todo tendría que ser lindo para mi hijo en la vuelta. Yo vine con la esperanza de mostrarle mí país. Y me encontré con otra cosa. Y eso que tengo la suerte de tener una cámara: hay mucha gente que no tiene esa chance y sufre la discriminación. Y no puede expresarlo. Es verdad que la sociedad ha mejorado algunas cosas en términos de inclusión, pero falta muchísimo más.

–¿Desde dónde pedís que se mejore?

–Por empezar, desde las escuelas. Las escuelas tienen que estar preparadas para aceptar a los chicos con capacidades diferentes y tienen que estar listas para darles el mismo trato que a los demás. Porque los que sufren son los nenes. Y los padres que corren atrás, porque a veces pasa que ellos no se dan cuenta, pero nosotros recibimos todas las cosas que van pasando. Se sufre mucho, porque a veces no te toman a tu hijo como un ser humano, te lo toman como si fuese otra cosa. Y están equivocados. Por eso digo que las escuelas tienen que ir todas por un mejor camino.

–¿Es jodido sentir esa discriminación en carne propia?

–Es muy jodido. Claro que sí. Ojo, también digo que Argentina es un país muy solidario en muchos sentidos y que si unos pocos te causan un problema, muchos otros te ayudan. No hay que dejar de decir que hay mucha gente buena y mucha gente solidaria. A veces por uno metemos en la misma bolsa a todos. Tenemos que mejorar en general. Yo me junto con gente que tiene chicos con capacidades diferentes y te cuentan que la sociedad va cambiando para mejor en ese sentido.

–¿Qué pasó luego de que tu historia con Santino se viralizó?

–Yo ya venía en contacto con gente que tiene familiares con capacidades diferentes por una cuestión de que todos estamos en la misma. Vamos a terapia, a la fonoaudióloga, acá, allá. En las esperas de los tratamientos vamos hablando. Y los problemas son los mismos. Que la escuela te discrimina. Que la obra social tiene un lío. Hay mucha gente que no tiene las armas para poder expresar esa necesidad y lo sufre. Mi misión es ayudar dando a conocer esto.

–¿Cómo ves a la problemática de la discriminación en general dentro del fútbol?

–Yo no toleraría que se discrimine a un compañero. Eso por empezar. El tema de la discriminación es un tema más grande afuera, sobre todo. Se ve mucho en Brasil, con lo racial. O con algún equipo que va y le dice algo a alguno que juega allá. En Argentina no me tocó y lo celebro, porque no me lo bancaría.

–¿Y la agresión que muchas veces en una cancha está legitimada?

–Yo trato de blindarme y lo tomo desde el lugar que viene. El que me insulta es un tipo al que no lo voy a ver más. Pero es cierto que hay compañeros a los que le afecta alguna palabra. La palabra “negro”. Otras cosas también. Lamentablemente, es parte del fútbol argentino. Es un deporte que desde lo pasional tiene estos excesos. No podemos callar a todos. No le podemos poner un bozal. Vos vas a ver un partido de básquet y no pasa. O en el tenis tampoco. Y en el fútbol sí. Yo trato de hacer oídos sordos.

–¿Cómo ves al país?

–Esta transición es complicada. Yo soy de Lanús y la gente te dice que está complicada. Los precios se fueron para arriba. La inflación es jodida en el día a día. Yo de política entiendo poco, pero ojalá que esto se pueda acomodar. Ojalá que el que esté al mando pueda acomodar la cosa. Es un país hermoso y es una pena verlo así.

–¿Tu futuro familiar luego del fútbol tiene que ver con Argentina?

–Sí. Tuve la posibilidad de vivir y jugar en otros lados y siempre extrañé. Yo estoy cómodo acá, aunque sé que el país que se les viene a mis hijos es peor. Ojalá mejore. Y si eso no pasa, intentaré enseñarles y acomodarlos de la mejor manera para que se formen y puedan ganarse la plata dignamente. Espero que a los más chicos les quede un país mejor y más unido que el que tenemos ahora.

Hace un año y medio, cuando jugaba en Botafogo, Walter Montillo sintió que el fútbol no iba más. No podía entrenarse, tenía dolores permanentes y veía que el cuerpo ya no le respondía. Cansado de luchar contra sí mismo, convocó a una conferencia de prensa y entre lágrimas inició su camino como ex jugador. Claro, la historia le guardaba un capítulo más. Poco menos de dos años después, la Ardilla es uno de los mejores del campeonato argentino y varios equipos se pelean por él.

–¿Te sentiste un ex jugador?

–Sí, en el 2017 había decido dar un paso al costado después de varias lesiones. Entendía que no estaba haciendo mi trabajo adentro de la cancha y no quería robarle la plata a Botafogo, porque no podía demostrar aquello para lo que me llevaron. Yo le había propuesto al presidente que no me pagara hasta que no volviera, pero me dijo que por un tema impositivo y de contrato no se podía. Que tenían que presentar el pago todos los meses. Entonces, decidí irme. Y me fui a mi casa.

–¿Cómo es cuándo el cuerpo te dice que no?

–Es difícil, pero más allá de que yo suelo ser muy autocrítico en todo sentido, no toda la culpa era mía. No era sólo yo. Con el cuerpo médico de allá no le encontrábamos cómo darle en la tecla. Y eran sólo lesiones musculares, no era nada más grave. Pero no me sentía bien para nada. No me pasaba lo que me pasa hoy, que incluso tuve de por medio una operación de rodilla, que es de las peores cosas para un futbolista, pero que me hizo volver más fuerte. Hoy, con el diario del lunes, te digo que la responsabilidad no había sido sólo mía.

–¿Le diste más valor al volver luego de sentirte un ex jugador?

–Pero claro. A todo. A jugar cada domingo. A entrenar. Yo en Brasil no podía entrenar nunca al cien por ciento en el último tiempo. No me sentía en condiciones. Siempre me dolía algo. Una lesión llevaba a la otra. Tenía miedo. Y por eso hoy disfruto. Lamentablemente en Tigre no conseguimos el objetivo de quedarnos en la Primera, pero dimos el máximo y estamos orgullosos de lo que hicimos. Mis compañeros dejaron todo. Yo los veía entrenarse y he visto los nerviosismos y los momentos malos de todos y siento que dimos el máximo. Por mi parte, me siento feliz de haber vuelto a jugar y de aportar lo mío en un club. Ahora veré qué es lo que viene.

–¿Cómo te llevás con el disfrute en el fútbol? Cuando sos joven y ambicioso, ¿se disfruta del fútbol o eso viene después?

–No. Eso te viene de más grande. Cuando uno es chico vive en una vorágine en la que todo te lleva puesto. Es todo a las corridas y no te parás a pensar un segundo. Yo tuve la suerte de jugar siempre en equipos grandes y que peleaban cosas, pero nunca disfruté tanto como ahora. Disfruto el sentirme bien, el día a día con mis compañeros y todo. Uno cuando es más chico no disfruta tanto y hoy de grande me paro a ver qué pasó en el medio del camino.

–El futbolista joven, ¿vive muy apurado?

–No sé si es sólo el futbolista, eh. En muchos ambientes se vive así. El argentino vive así. Vive apurado. Es cultural. Es nuestro. Somos un poco desesperados. Y me incluyo. A veces también quiero todo ya. Somos así. Mis amigos son así. Por eso a los 35 años tengo que tratar de pararme y ver otras cosas.

–¿Encontraste la calma?

–Sí, porque mis hijos crecen y quiero mostrarles que su padre es un tipo tranquilo. Al menos adentro de mi casa. En la cancha saben que es distinto. Que me altero un poco y que lo vivo a mil. Pero afuera trato de vivir con calma. No quiero venir caliente si perdemos, porque ellos no se lo merecen, porque me alientan y no tienen que padecer un resultado deportivo. Antes perdía y me la agarraba con cualquiera. Ahora eso no pasa más.

–¿Los nenes entendieron que dejaste el fútbol y volviste?

–Mi señora y mis hijos me pedían que vuelva. Me decían que no me podía ir así. Que no podía terminar la linda carrera que tuve de esta manera. Y como siempre estuvieron acostumbrados a que yo me iba a concentrar o a jugar, cuando volví a las canchas fue normal para todos. Ellos lo estaban esperando y hoy lo disfrutan conmigo.

–¿Cuánto de lo que hacés tiene que ver con ellos?

–Todo. Para ellos, todo. Ahora mi señora está embarazada, viene la nena en camino y siento que tengo que guiarlos a todos para que sean buenas personas. Quiero que el día que se independicen sean buenas personas. Después, cada uno hará lo suyo, pero yo soy el encargado de inculcarles el amor familiar, la lealtad entre hermanos y el trabajo. Porque todo cuesta en la vida.

Walter Montillo tiene un linaje inequívoco en sus dos futbolistas más admirados: Pablo Aimar y Lionel Messi. El cordobés ídolo del rosarino y el astro que siguió su camino en Barcelona desviven al crack de Tigre de principio a fin. Por eso, cuando los ve gambetear se hipnotiza como casi nunca. Y no tiene problemas en definir fuerte y con contundencia al hablar de ellos.

–¿Messi?

–Messi es el mejor de la historia. Sin desmerecer a nadie, porque yo a Maradona lo vi jugar poco y está claro lo que hizo; pero en mi época el mejor fue Messi. No creo que nadie haya sido mejor que él. Estoy contento de que sea nuestro. Ojalá lo podamos disfrutar muchos años más y que pueda ganar algo con la Selección, porque se lo merece y porque es algo que le deseo muchísimo así se saca esa mochila que le pusieron. Me encantaría que pueda disfrutar sus últimos años en la Selección.

–¿Se le da demasiada entidad al anti Messi?

–Es que después el mismo tipo que viene con la típica frase “ah, pero no ganó en la Selección” lo ve romperla en el Barcelona y se queda frente al televisor. La gente opina y como no salió campeón lo matan. Pero Messi no juega al tenis. No juega solo. Y como la camada fantástica de jugadores que hemos tenido no pudo lograr el campeonato, le van a echar la culpa al mejor. Ojalá se le de en la Copa América y pueda alivianar esa carga que siente y que es injusta.

–¿A quién admiraste en tu posición?

–A Aimar. Siempre traté de copiarlo. Me fijaba mucho en los movimientos que él hacía y dónde se paraba para recibir y para meter una pelota de gol. Lamentablemente, las lesiones hicieron que se retire antes de lo que yo esperaba. Me hubiera gustado verlo más tiempo a Aimar.

–¿Qué es lo mejor que tiene que tener un enganche?

–El control orientado es fundamental. Te hace ganar unos segundos por los que te podés sacar a un tipo de encima y quedar mano a mano ante los centrales. Y, después, la visión de juego. Porque para jugar ahí tenés que tener diseñado en la cabeza lo que vas a hacer. El fútbol de ahora se juega muy rápido. Los chicos vuelan y nosotros estamos grandes. Y sin el control orientado es muy difícil jugar de enganche. De cinco sí, porque tenés más tiempo. Pero de enganche no podés fallar.

–¿Se corre demasiado en el fútbol argentino?

-Sí. En todos lados, no solamente en el fútbol argentino. Cambió mucho la preparación física a como era antes. Se corre más, aunque a veces con mejor calidad si sabés hacerlo. No hay que correr por correr. Lo que mejoró mucho es el cuidado del jugador. Eso nos da un plus.

–¿Qué sueños te quedan en el fútbol y en la vida?

–En el fútbol siempre sueño salir campeón. Y ahora que me queda poco, retirarme jugando bien y cuando quiera yo. En la vida, sueño con que mi hijo se independice. Creo que es el sueño mío y de mi señora y por eso peleamos día a día con terapias y con todo lo que haya que hacer. Más adelante lo veremos, pero mi sueño es ese. Ver a Santino independizarse.

Fuente: Enganche.