De los valores a la violencia extrema: el análisis de una psicóloga del deporte en Bahí­a

Marí­a Florencia Torres, que trabaja en varios clubes de la ciudad, habló sobre la importancia del diálogo y la reflexión en las familias e instituciones.

   La psicóloga María Florencia Torres dice que el deporte es aprendizaje porque ayuda a "construir valores para sostenerte a lo largo de la vida".

   Especializada en deportes, trabaja en numerosos clubes de Bahía Blanca con chicos, padres y entrenadores. Y da un mensaje: más allá del resultado, lo importante es acompañar al deportista en su deseo. 

   La profesional de 26 años explica que la psicología del deporte "es una rama de la psicología que se encarga del estudio de la conducta y el pensamiento en el deporte, es decir, cómo incide eso en el deporte; y a la vez estudia cómo el deporte incide en la conducta humana". 

   Asegura que la visión de la psicología del deporte es preventiva: busca intervenir antes de que suceda algún inconveniente, problema, enfermedad o trastorno psicológico, desarrollando diferentes habilidades en los deportistas para que afronten de la mejor manera la situación deportiva. De ahí, su importancia.

   En momentos donde se usa la palabra rugbiers como sinónimo de asesinos, donde los barrabravas se apropian de los espectáculos deportivos y donde las responsabilidades se vuelven una papa que quema, la psicóloga dice que el deporte no es la cuestión central de los comportamientos violentos y delictivos, e invita a reflexionar.

   —¿Qué se evalúa para determinar que la psicología del deporte sea exitosa?

   —La manera de trabajo consiste inicialmente en una evaluación que se hace en cuestionarios específicos que evalúan distintas dimensiones como autoconfianza, concentración, la capacidad que tiene el deportista de imaginarse en la situación deportiva, de creer que puede hacer algo; el control actitudinal ante el afrontamiento de situaciones adversas como cuando las cosas van bien y otras variables que se pueden también observar. Entonces uno es como que complementa la evaluación específica con los cuestionarios con la observación en campo, que te da una evaluación más completa. A partir de ahí empezamos a planificar un trabajo en el que se preste atención en primera instancia a las variables que hayan estado más bajas o que sean más necesarias para cada deporte.

   Los deportes de situación tienen más que ver con la toma de decisiones cuando hay otros deportes, como por ejemplo patín, donde la rutina ya está establecida y se trabaja más sobre la concentración.

   —¿Qué diferencia hay entre tener psicología del deporte y no tenerla?

   —El abordaje específico para el deporte te da es una ventaja al momento de estar en la situación deportiva cuando se está hablando de rendimiento en sí mismo: el deportista que está entrenado mentalmente tiene más estrategias para afrontar esas situaciones. Hace poco escuchaba decir a un colega que tal vez el aspecto mental es el que marca la diferencia porque un deportista que está bien entrenado físicamente si le pasa algo emocional y no lo puede manejar, tal vez todo lo físico que entrenó no le da resultado en ese momento; y el entrenamiento mental pretende que el deportista esté listo para actuar ante cualquier situación.

   En etapas de iniciación deportiva tiene que ver también con la decisión de los chicos de hacer un deporte, con inculcar los valores que cada deporte puede promover, así como la responsabilidad, la perseverancia. Al mismo tiempo se busca no solo trabajar con los deportistas sino con los entrenadores y los padres: con los entrenadores para que puedan desde su rol potenciar al deportista y acompañarlo en todo, porque más allá de un deportista es una persona y en el ámbito deportivo se desarrolla una persona más allá del deporte, se aprenden otras cosas para la vida. Y los padres, acompañar a su hijo deportista a hacer lo que él quiera, acompañarlo en su deseo.

   —¿Cuál es la respuesta de los chicos cuando descubren que en el club hay psicología del deporte?

   —La verdad es que la recepción de los chicos es muy buena. Siempre me encuentro con grupos muy dispuestos a trabajar. Los primeros momentos son de insertarse en qué es la psicología del deporte, de qué se tratan las actividades que hacemos. Siempre trato de llevar actividades dinámicas y después tratar de reflexionar sobre cómo esa actividad se puede trasladar al deporte, al entrenamiento, a la competencia, depende de qué sea la actividad que estemos haciendo. Hacemos actividades de concentración, de visualización, de control y regulación emocional, de control de la ansiedad para poder controlar los nervios en las etapas más competitivas.

   En general la respuesta es muy buena: los chicos se adaptan rápido y empieza a generarse un intercambio que para mí es lo más lindo porque empiezan a surgir inquietudes de ellos y sobre esas son las cosas que tenemos que trabajar. Muchas veces me pasa de tener que dejar de lado la planificación porque surgen cosas en el día a día, algo que pasó entre compañeras, o algo que le pasó a alguna con el entrenador, y empezar a gestionar esas cosas también es parte de nuestro rol. Lo valioso es que después de un tiempo ellos empiezan a involucrarse de otra forma para trabajar sobre las cosas que les pasan; esa es la idea.

   —¿Cuáles son las problemáticas más frecuentes en los grupos, sean chicos o grandes?

   —No sé si surgen muchas problemáticas. Sí en los equipos de deporte en conjunto se trabaja primero en constituir al equipo como tal y el objetivo, valga la redundancia, es unificar el objetivo de todos para trabajar de la misma manera buscando lograr ese punto en común. Tal vez se da por entendido que están todos para lo mismo, pero no siempre es así: algunos se toman la actividad de una forma, otros de otra y hay que tratar de unificar todas esas perspectivas para que trabajen todos por lo mismo. Eso en los deportes de conjunto.

   En los deportes individuales lo que más surge por ahí es la presión de la competencia, pero no como una problemática sino como una situación para la que hay que prepararse de otra manera.

   —¿Qué es lo más importante para que un grupo funcione como grupo?

   —Lograr un objetivo común, también es muy importante en esto de la cohesión en equipo poder lograr empatía porque no todos los deportistas están en la misma situación, poder gestionar y reflexionar sobre en qué posición estoy yo y si todos están en la misma posición o cada uno tiene distintas problemáticas: muchas veces en un equipo hay distintas personas que no conocen sus realidades y hay realidades muy distintas. Poder empezar a ver eso también genera un vínculo valioso y de poder ponerse en el lugar del otro. Muchas veces surge esto de "yo vine a entrenar con muchas ganar y hay otros quejándose porque tuvieron que venir". Y bueno, ¿por qué se está quejando? ¿porque tenía que venir a entrenar o le están pasando otras cosas? Poder ir un poquito más allá del entrenamiento en sí mismo y generar un vínculo humano que después se nota en el rendimiento deportivo.

   Hoy por hoy lo que vemos es también cierta dificultad para mantener la atención en el tiempo, la concentración que se necesita para cualquier deporte es algo para trabajar bastante y también en la tolerancia a la frustración, esto de tener que someterse a intentos repetidos de algo que no salga. Las dos cosas están relacionadas con esta cultura de la inmediatez en la que vivimos hoy, en la que conseguimos todo rápido. Es valioso trabajar esto de tener que esperar, de mantenerse un tiempo largo en una sola cosa.

   —¿Cómo es la situación en Bahía? ¿Cuántos clubes lo están implementando?

   —El club H20 tiene una psicóloga trabajando con los equipos de natación y el club Comercial incorporó a un psicólogo como parte del club, que también está en el club Estrella con el básquet. Después no somos tantos los que nos dedicamos a esto, espero que seamos cada vez más porque la demanda está creciendo: más allá de los clubes, en los consultorios muchos son los deportistas que se acercan, muchas veces por cuestiones particulares que se resuelven en un tiempo breve y otras como acompañamiento a su rendimiento.

   —¿Cuáles son las habilidades más importantes que te permite desarrollar el deporte a lo largo de la vida?

   —La perseverancia, esto de insistir en algo hasta lograrlo, deja una enseñanza muy valiosa. El poder trabajar con otros, en equipo, ya sea con un compañero en los deportes colectivos como con un entrenador en los individuales. Y después en los valores de respetar un código o un reglamento, respetar las leyes que regulan un deporte: la responsabilidad, el cumplir un horario.

   —¿Cómo se trabaja, sobre todo con los más chicos, el miedo al fracaso?

   —No sé si los más chicos son los que tienen ese miedo al fracaso. Mientras más chicos son los nenes menos conciencia tienen de lo que hacen, lo hacen con más naturalidad y tal vez son los más grandes los que pensamos en "uy, mirá si les pasa algo, si se enfrenta a una competencia y sale último", como si eso fuese de una gravedad superlativa, que en verdad no sé si es tan significativo. Tal vez deberíamos dejarlos que vivan esas situaciones y aprendan que en la vida también pasan estas cosas: uno hace algo y no siempre le va bien, no siempre uno se prepara para algo y da el resultado que esperaba. Muchas veces hay cosas que no dependen de nosotros mismos: nos preparamos muy bien y hay otro chico que fue mejor, y se lo merece también. Poder aprender eso, que después se puede trasladar a la vida, creo que es valioso. Y así no enfrentar con este temor desafíos futuros.

   —¿Con los chicos se usa la palabra éxito o se habla más de disfrute, de juego?

   —Está estipulado y estudiado que es mejor tener un direccionamiento a la tarea y al disfrute, a lo que tiene que hacer cada uno, a cómo lo está pasando, a por qué lo hace, a pasarlo bien; que al resultado que pueda obtener. Justamente porque muchas veces el resultado no es el esperado y no por cuestiones propias, y también ahí aparecen muchas frustraciones cuando uno se plantea un objetivo en un resultado que no depende solo de uno mismo, sino de un montón de otras cosas, ya sea de los rivales, de los árbitros, de las cosas que pasan ese día. Y mientras más se busca un objetivo de resultado como salir campeón, clasificar, ganar; hay más ansiedad previa al momento en que esas cosas se definen.

   Se vive ese momento con la ansiedad de "qué puede pasar si no cumplo ese objetivo", y ahí aparecen los nervios, me comporto distinto, intento hacer las cosas diferentes y termino haciendo lío porque no estaba concentrado en lo que tenía que estar concentrado que es en ese momento, y aparecen sensaciones corporales: transpiración, temblores, dolor de panza, que están relacionadas con esto. Entonces, poder enfocarse en las tareas que tiene cada uno, en cuáles son las cosas que yo tengo que hacer, capaz que sí para lograr un objetivo, pero yo en el momento en el que estoy haciendo mi deporte tengo que estar concentrado en lo que tengo que hacer paso a paso para después lograr o no ese objetivo que me propuse.

   —Con todo lo que pasó en Villa Gesell, se habla mucho del rugby y se usa la palabra rugbiers como sinónimo de "violentos" o "asesinos". ¿Qué podés decir respecto a esto? ¿Es un deporte que alienta o exacerba estos tipos de comportamientos?

   —Creo que ni el rugby ni ningún otro deporte alienta la violencia fuera ni dentro del ámbito deportivo. Es cierto que algunos deportes, como el rugby o el boxeo, tienen cierta agresividad puesta en la cancha, dentro de cierto reglamento, está regulado, pero eso no significa que el deporte nos lleve a cometer semejante acto delictivo como fue el de estos chicos en Villa Gesell, que terminaron con la muerte de Fernando.

   Me parece que hay que ver mucho más allá del deporte: estamos en una sociedad en que la violencia es moneda corriente, incluso en nuestra ciudad sucede que hay peleas nocturnas entre rugbiers y entre chicos que no hacen rugby y eso se ve como algo normal; por eso muchos chicos decían en Gesell "parecía una pelea como cualquier otra, algo a lo que estamos acostumbrados", y creo que ahí es donde más tenemos que ponernos a pensar qué se puede hacer para reducir esos niveles de violencia que tenemos a nivel general en la sociedad y de poder pensar en el otro, respetar al otro como una persona como yo, porque ¿qué me lleva a pegarle a una persona? ¿qué valor tiene el otro para mí? ¿qué valor tiene para todos? Estamos en una sociedad en la que muchas veces somos indiferentes ante el sufrimiento de otros o vemos una situación de violencia y pasamos por al lado como si nada en este proceso de naturalización de eso. Creo que va más por ahí, como algo general: es cierto que el deporte puede tener un rol determinante en generar políticas, programas, prevenir; pero no es el centro de esta cuestión.

   —¿Por qué creés que la sociedad está tan violenta y que naturalizamos muchas veces esos comportamientos?

   —No creo que el motivo sea algo puntual y único sino que han pasado diferentes situaciones a lo largo del tiempo en el que se van flexibilizando ciertas normas, se van permitiendo ciertas cosas, que también salen más a la luz que en otros momentos. Había cosas que antes quedaban de la puerta para adentro de la casa y hoy son más públicas, que no me parece mal: está bueno que un chico que vive una situación de violencia en la casa pueda denunciar en la escuela o en el club porque son maneras de intervenir en esa situación. Se genera esto de que esté más expuesto a nivel social y esa exposición sin un límite genera esta naturalización de estas prácticas que no ayudan a la sociabilidad.

   —¿Cómo se trabaja en los clubes el tema de la violencia, los abusos?

   —En verdad no sé si se está trabajando. ¿Cómo se debería trabajar? Creo que los clubes son buenos lugares, al igual que cualquier institución educativa, para generar charlas de prevención, talleres, puntos de denuncias de ciertas situaciones, donde hay adultos responsables que pueden asumir un rol en lo que les pueda pasar a los chicos. En una situación como esta, con el crimen de Fernando, me parece que es un momento propicio para que en las instituciones deportivas se genere reflexión, no desde un lugar de decir lo que hay que hacer o lo que estuvo mal sino de poner a los chicos en un lugar de pregunta, de cuestionar, de ver cómo ellos están atravesados por eso porque muchas veces se da por entendido que como es un tema público esto se habla en las casas y no siempre es así, aunque estaría bueno que eso suceda, que todos los chicos que están expuestos a estas situaciones puedan tener un espacio donde hablar de eso y empezar a generar conciencia de estas prácticas porque seguramente muchos chicos tienen la práctica de golpear a otros como algo natural sin tomar conciencia de que se puede llegar al punto que se llegó. Situaciones como esta pueden ser un quiebre para plantearse eso de otra manera.

   —También se habló de actuar en manada, ¿es cierto que uno se comporta diferente cuando está en grupo a cuando está solo?

   —Sí, puede suceder. Pero eso también tiene que ver con el aprendizaje y la educación que cada uno tenga de también respetar sus valores, sus decisiones más allá de lo que haga un grupo. La típica pregunta: si alguien se tira de un precipicio, ¿vos te tirás? Y uno en una situación fría dice que no, pero después en esa situación puede ser que se comporte diferente. Y en la adolescencia y en la juventud temprana el grupo de pares tiene un lugar muy significativo, y el no actuar como actúa el resto tiene un riesgo de quedar excluido. Es una edad donde se vive con cierto peligro esto de "no me puedo quedar afuera de mi grupo de amigos"; entonces se juegan otras cosas más allá de la decisión de cada uno. También es cierto que en los grupos funcionan ciertos liderazgos y a veces son positivos y otras veces no tanto.

   —¿Qué consejos darías a los padres para hablar con sus hijos?

   —Yo no creo que haya que dar un consejo sobre como se da la charla porque nunca sabemos cuando empezamos a hablar de algo para dónde va a disparar. Me parece que el consejo es hablar y en función de lo que se genere poder reflexionar y ponernos todos en un lugar de pensar distinto, poder pensar "si mi hijo me plantea tal cosa y yo no estoy de acuerdo, ¿por qué me está planteando eso?" y no "¡no!, eso no es así". Poder generar un diálogo, que sea del otro a uno y de uno hacia el otro, en el que se respeten distintos puntos de vista y se pueda llegar a un punto, capaz que no de acuerdo, pero en el que todos estamos charlando sobre algo y tenemos distintos puntos de vista y tal vez en casos así tener como referencia el valor de la otra persona y esto de ser con otros, de que estamos en comunidad y que por más que pensemos distinto todos tenemos un valor como seres humanos que es innegable.

   —¿Es más común que la presión venga de los padres o de los entrenadores?

   —Por común no sé. Muchas veces viene del propio deportista y muchas veces viene del entorno. Lo que sucede cuando uno es chiquito y viene del entorno es que después eso pasa a ser de uno mismo por lo general: uno aprende esa forma de exigencia y después se autoexige porque genera el aprendizaje de ese patrón que muchas veces se puede regular desde uno mismo y otras no, entonces aparece un chico sobre-exigido, que en algún punto siente esa exigencia del entorno y en algún punto se lo pone él. En esto de poder respetar el deseo del chico: probablemente un chico que quiera llegar a un nivel alto va a autoexigirse de determinada manera que no lo va a hacer un chico que lo haga de manera recreativa, y tiene que ver con el objetivo que cada uno tenga. En esos objetivos que son un poco más exigidos es cierto que también el entorno puede estar para regular esa autoexigencia en vez de alimentarla más.

   —¿Cuáles son los riesgos de exigirle tanto a un chico? ¿Puede cansarse y dejar el deporte?

   —Puede ser que termine en el retiro deportivo, que se generen situaciones de ansiedad que a medida que van creciendo se vuelven más sintomáticas y más incontrolables. Sobre todas ellas se puede trabajar, pero es cierto que lo mejor es dejar que cada niño se desenvuelva de la mejor manera y estar ahí para acompañarlo y apoyarlo en lo que quiere y no generar un peso extra o de generar cierta expectativa. Muchas veces lo pensamos desde el chico que no le va tan bien y se autoexige, pero muchas veces al chico que le va bien solamente felicitarlo por el puesto; por ejemplo: una nena que siempre sale podio, de repente se enfrenta a un nivel más difícil y se preocupa porque no sabe si va a quedar en el podio; y en realidad eso no es lo importante de la práctica deportiva.

Datos biográficos

   María Florencia Torres nació el 22 de noviembre de 1993 en Bahía Blanca.

   Es licenciada en Psicología (MP 1725) e hizo el Máster en Psicología del Deporte y la Actividad Física por la Sociedad Iberoamericana de la Psicología del Deporte.

   Trabaja en varios clubes de Bahía Blanca con deportistas desde los 8 a los 27 años, y también atiende de manera particular a personas de diferentes disciplinas deportivas.

   En el club El Nacional está con el grupo de precisión de Rollers Dreams, en Villa Mitre con el equipo de Patín Individual, en Bahiense del Norte con el equipo de precisión Epsilon, en Universitario con las divisiones juveniles de rugby y en Olimpo con las divisiones de vóley femenino.

Fuente: La Nueva.