Fernando Gago

Sin embargo estoy aquí­, resucitando

Tras la quinta lesión grave, Fernando Gago no renuncia y se acerca a un nuevo retorno. El hombre que se reconstruye a cada paso cuenta qué aprendió de su calvario. Lejos de los rencores, resume su trayecto en forma de lección de vida.

Es viernes 31 de enero y Fernando Gago y Gisela Dulko están cenando y festejando el cumpleaños número 35 de la ex tenista, que apenas fue ayer. Ayer, también, el volante central de Vélez cayó en el césped del estadio José Amalfitani, en el segundo tiempo del encuentro ante Aldosivi, víctima de una lesión en la rodilla derecha, la quinta grave de su carrera como futbolista. Cuando Gago agarra su teléfono para responder el mensaje de consuelo de un amigo, Gisela ve algo en su cara.

-¿Con quién hablás?

-Con un amigo.

-¿Qué le estás diciendo?

-Esto.

En la pantalla del teléfono de Gago hay una frase sola, sin dudas ni eufemismos: “Quedate tranquilo, yo voy a volver a jugar”.

-Me opero en diez días, me vas a tener que bancar fastidioso dos semanas y ahí arrancamos.

Estos años de Gago en el fútbol son un libro de superación permanente. Antes de la última escala del calvario, en enero de 2020, sufrió un derrotero que incluyó tres roturas del tendón de Aquiles y una ruptura en los ligamentos cruzados y los meniscos. Volvió de cada una de ellas. Ahora, mientras prepara el mate en una tarde de invierno del año de la pandemia, está a punto de cruzar el río otra vez. Hace sólo unos días se sumó a los entrenamientos en la Villa Olímpica del club de Liniers, donde ya se lo vio haciendo trabajos con pelota luego de una larga puesta a punto. Aquí está Gago, otra vez, resucitando.

–¿Quiénes te bancaron en este proceso?

–Mi mujer, mi familia y mis amigos. En los procesos de las lesiones tengo amigos que han venido a entrenar solamente para alcanzarme la pelota. Pibes que no patearon una pelota en su vida y que con tal de darme una mano se hacían los que entrenaban como un jugador de fútbol. Sabés cómo ayuda que un amigo se entregue así por vos en el peor momento. Te hacen fácil el día a día en las primeras semanas, que es cuando vos tenés que hacer lo mismo todos los santos días, de la misma manera y sin nada de más.

–¿Cómo estás después de todo este tiempo de recuperación?

–Es una situación muy rara. Por un lado, vivimos un tiempo de pandemia sin entrenar en el que se resienten los músculos y lo aeróbico y creo que eso es una realidad para nosotros los jugadores. Por otra parte, yo lo pude llevar de otra manera porque vengo acostumbrado a entrenarme solo. Incluso me hizo mejor, porque me sacó la presión de ver un partido de fútbol y tener ganas de jugar.

–¿Aprendiste a dialogar con vos mismo en este tiempo?

–Pasé por muchas situaciones y en cada recuperación me fui agarrando de cosas y de motivaciones distintas. En esta última, vivo con la sensación de querer estar adentro de una cancha. Me venía sintiendo bien hasta que me pasó. Sabía que podía ocurrir, porque la rodilla no estaba del todo bien, pero viví con eso. No estaba al cien por ciento, pero nunca analicé ese riesgo. Yo he pasado situaciones muy difíciles y esto fue un broche para volver para atrás y repensar todo. Miré a los momentos malos y a los buenos y decidí tomarme todo más tranquilo. Mi familia me ayudó, porque me fui recuperando entrenando con mi señora o con mis hijos. Y eso no lo había hecho hasta ahora.

–¿Te preguntaste por qué a vos?

–No, nunca me pregunté por qué. Al contrario, pasaba. En los tendones de Aquiles sé que fue por un sobrehueso que yo tenía y con el que convivía. Eso me desgastaba el tendón y sufría de dolor. Sabía que podía romperse. Lo de la rodilla, la primera vez, fue raro, porque me agarra en un buen momento. Yo ahí tenía mucho más dolor de Aquiles que de rodilla. Fue inesperado, pero yo tenía la ambición de estar otra vez en la selección y me arriesgué. Eso me llevó a acortar un poco los tiempos de proceso y lo pagué.

–¿Te acostumbraste a saber que puede volver a pasarte?

–Sí, yo sé que a cualquiera le puede pasar. Todos vivimos con eso. En la vida se transita así. Hoy estás y mañana no. Y en la cancha es igual. Yo sé que viví cosas que un jugador normalmente no vive, pero me quedo con lo bueno y no con lo malo. Tengo tres operaciones de roturas de Aquiles y también sé que hay gente que pasa por una y sale sin poder caminar bien. Yo no me pregunto por qué, ni cómo, ni cuándo. Al contrario, digo: “Me pasó y lo superé. Lo entendí y aprendí a vivir con eso”. Me pasaron cinco operaciones y voy a volver cinco veces. Mi ilusión es volver a jugar en una cancha de fútbol y así va a ser. No tengo miedo de que me pase de vuelta. Lo hago porque lo siento. Volver a un campo de juego es mi necesidad.

–Pensaste en largar. Lo dijiste. ¿Fuiste del otro lado y volviste?

–Yo cuando me fui de Boca había tomado la decisión de no jugar más a la pelota. Me fui de vacaciones dos meses en plena recuperación y fue raro. Estuve un mes y medio afuera y una charla con mi hijo me cambió. Él me pidió que volviera. Y fue el detonante. No volví solo porque me lo pidió. También me di cuenta de que esa palabra fue el empujón que necesitaba.

–¿Qué te enseñó todo esto?

–La paciencia. El compromiso. Los valores. Me enseñó a entender que tenía que demostrarme a mí y a mis hijos que era posible. Yo tengo la ambición de seguir jugando al fútbol hasta que no tenga más ganas. Seguir insistiendo y haciendo lo que me gusta es la meta. Tengo la obligación de ser fiel a esa sensación. Estoy dejándoles un testimonio a mis hijos. Es una muestra para ellos y para mí. Se puede enfrentar una situación adversa y salir bien. En la primera operación ya se pensaba que no iba a volver igual. En la segunda, ni te cuento. ¿Y ahora? Hoy tengo el orgullo de poder volver a jugar a la pelota, que es lo que más disfruto en el mundo, de poder darle un pase a un compañero. Lo llevo así. El año que viene me pondré a pensar si hice todo lo que tenía que hacer o si voy por más. Pienso en corto y valoro cada segundo por todo lo que me pasó.

–Está claro que a esta altura no es ni dinero ni títulos. ¿Por qué se juega después de todo lo que te pasó?

–Por amor al fútbol. Yo empecé a jugar a la pelota por esto. Siempre sentí que había que jugar como jugaba en la puerta de mi casa. Me gusta el fútbol. Me apasiona. Me gusta aprender del juego. Escucho charlas. Veo entrenamientos. Consumo entrenadores. Claro que todos buscamos un beneficio deportivo y económico, porque esto también es un trabajo y cualquier trabajo es así. Pero voy por mis ganas de poder volver a entrar a una cancha. Justo antes de la pandemia, recién operado, me pasó de llevar a mi hijo a jugar al baby y veía la pelota y quería entrar a jugar yo. Tengo que ser fiel a ese sentimiento que me genera el fútbol. Todavía tengo ganas.

–Parece que no podés vivir sin fútbol.

–No lo tengo claro porque todavía pienso como jugador, pero en el futuro voy a seguir necesitándolo. Por ahí pasarán meses o años desde que deje, pero voy a necesitar estar ligado al fútbol. Después habrá que ver si estoy capacitado o no. Son diálogos que tengo internamente. Yo hablé mucho conmigo mismo, porque pasé mucho tiempo de recuperación solo. Todo eso me hizo fuerte y me hizo querer más a este juego.

–¿Hubo algún momento más difícil que otro?

–Todos. Fue todo muy duro. Siempre hay dos semanas, y creeme que son dos semanas, en las que hacés el duelo de una lesión y decís: “¿Qué hago acá? ¿Para qué voy a hacer esto?”. Y empiezan todas las preguntas negativas. Me ha pasado de estar negado. Mirá, yo soy una persona que se acuesta temprano. A las diez o diez y media estoy durmiendo. Y me dormía a las seis de la mañana mirando la televisión o mirando series. Y me comía la cabeza. Entonces escribía y trataba de documentar eso. Y trataba de convertir al momento malo en algo bueno. Hoy, cuando me agarra alguna locura, vuelvo a leer algo de alguno de esos momentos y eso me devuelve el equilibrio. Eso a los 20 años no lo tenía y hoy sí. La experiencia me dio eso.

–¿Escribías como descarga?

–Sí. Escribía. Anotaba. Me armaba y documentaba los entrenamientos. Trataba de conectar con algo. También me servía escuchar charlas de fútbol o de otros ámbitos. O también tenía días en los que me ponía música a todo lo que da y no quería que nadie me hablara. Cada lesión fue distinta y fui aprendiendo a lidiar conmigo mismo en esos momentos.

–¿Cuál es el momento lindo al final del camino?

–Yo creo que el día más lindo, si todo va bien, va a ser volver a entrar a un partido de fútbol oficial. Sería cumplir lo que me propuse en febrero. Sería la decisión mía, no la del cuerpo.

–Si te diera la posibilidad de volver al 2015, antes de la primera lesión, ¿qué le dirías a ese Fernando Gago?

–Que disfrute más. Yo pasé muchos momentos en los que no sabía disfrutar. No disfrutaba lo que tenía. Estaba pensando en lo siguiente o en el largo plazo. En todo lo que quería hacer. Y yo hoy pienso a corto plazo. Las lesiones me hicieron así. Yo recién aprendí a disfrutar de grande. Cuando sos chico y jugás bien, te elogian y eso puede sacarte de eje. Y querés todo. Hoy quiero darle un pase a un compañero.

–Te doy la posibilidad de cambiar algo de tu carrera. No importa qué. Una sola cosa. ¿Qué sería?

–La final del Mundial.

–¿No cambiás las lesiones pero sí la final del Mundial?

–Ahora que lo pienso, ni eso. No cambio nada. Todo me enseñó. De todo lo bueno y de todo lo malo aprendí. Aprendí que ganar un título a veces es efímero, que dura muy poco y que a veces no te permitís disfrutarlo porque ya estás pensando en el otro que viene. Dura poco lo lindo. Aprendí mucho de los fracasos y muy poco de las victorias. Tomé malas decisiones y otras buenas. Llego hasta acá habiéndome comportado de una manera y siento que estoy cero a cero. Que no debo nada. Del fútbol me llevo eso. Y ahora quiero volver.

Fuente: enganche.com.ar